Las noches eternas de Juan Vela – cuento

LAS NOCHES ETERNAS DE JUAN VELA

Autor: Arnaldo Quispe

Una noche estrellada Juan, un joven pastor de cabras decidió acompañar a sus animales en las faldas del Apu Torpulla. Debía permanecer por cuatro días -con sus noches- en las faldas del imponente Apu. Por las noches era habitual dormir al reparo del frío de las alturas, en una choza rústica individual construida a base de piedras y techo ramas de eucalipto e ichu. De tanto en tanto el joven Vela debía controlar que sus cabras se encontrasen dentro del recinto de piedras al lado de la choza.

La primera noche -encontrándose medio somnoliento- al asomarse por un boquete de la choza y controlar la presencia de sus cabras, observó extrañado un haz de luz que se movía lentamente en frente de una colina colindante al pie del Apu. Este hecho atrajo su atención de inmediato y curioso de ver si se trataba de alguien que venía a su encuentro con una linterna, se agazapó detrás de una peña a fin de sorprender al intruso.

Grande fue sorpresa al descubrir en la oscura noche que quien caminaba era una bella doncella semidesnuda y descalza, que emanaba un haz de luz dorada a su paso. Juan Vela muy atónito por la impresión quedó prendado a primera vista, la joven mujer sin percatarse de su ocasional admirador continuó la marcha muy serena en dirección de una de las grutas de la montaña. Al introducirse en la cueva la dulce mujer desapareció dejando a Juan Vela muy encantado y extasiado por tan significativa aparición. Desde entonces no dejaría de pensar en ella, tanto así que desde el ocaso del día siguiente la esperó en el mismo lugar y a la misma hora donde la encontró por primera vez.

Como la espera desespera y el tiempo pasaba lento, cada minuto parecía muy largo. La doncella solo apareció cuando Juan se encontraba al máximo de la impaciencia. Al verla suspiró y decidió sorprenderla a su paso por el sendero, pero al final su timidez venció la batalla y con ello se contuvo de hablarle resignándose solo a mantenerse escondido detrás de una roca, hasta que la bella doncella desapareció en la gruta de la montaña, dejando detrás de ella la penumbra total. Esa noche Juan decidió con firmeza que la próxima vez debía acercarse y salir a su encuentro, decidió que debía expresarle su amor sin importar las consencuencias, juró que de por medio entregaría su propia vida si perdía nuevamente la ocasión de conocerla.

Muy convencido de lo que haría, decidió anticiparse a la bella joven e ingresar a la gruta a esperar su llegada. Al ver el haz de luz ingresar en la cueva y ver a su amada muy cerca, saltó a su encuentro expresándole -sin perdida de tiempo- su amor absoluto. La joven mujer de nombre Quilla al ver el alma sincera en los ojos transparentes de su pretendiente, correspondió a sus peticiones y esa noche la pareja joven iluminó el interno de la gruta del néctar del amor pasional. Fue la mejor noche en la vida del carismático Juan Vela. Antes de terminar el encuentro amoroso la pareja acordó la próxima cita en el sendero que conduce a la gruta, es decir el lugar donde Juan la avistó por primera vez.

A la noche siguiente Juan Vela era un mar de ilusiones, tanto de hacer planes y querer esposar -apenas pudiese- a la bella Quilla, imaginó incluso tener una familia y trabajar mucho para construir su propia casa con la venta de sus animales. La bella doncella llegó a la hora fijada y con una dulce mirada le expresó su correspondido amor femenino, motivo por el cual aceptó las propuestas de su querido Juan, pero para llegar a los hechos concretos le rogó esperarla por tres días con respectivas noches, a fin que terminase su misión de reposar en silencio en el interior del Apu sagrado. Juan Vela la tendría para siempre al cabo de los tres días y sus noches.

El apuesto y neófito joven decidió esperarla confiado que su amor imperecedero inquebrantaría su voluntad de respetar la ausencia de su amada, después de todo –pensó:

–          “Tres días no son demasiado tiempo para alguien que quiere vivir toda una vida con el amor soñado”.

La primera noche resistió el deseo de verla decidido en respetar la petición de la bella doncella, muy tranquilo logró consolarse en la esperanza y el sueño. La segunda noche se prometió a sí mismo evitar pensarla para disminuir la angustia de no verla, pero esto no funcionó, cuando menos esperaba un deseo irreflenable lo condujo a la puerta de ingreso de la gruta, pero se contuvo de entrar a último momento y muy contrariado por su actitud regresó a la choza a descansar. La tercera noche era larga y parecía eterna, los minutos pasaban y el apuesto caballero mordía sus labios y rechinaba los dientes de la impaciencia, entrecruzaba las piernas como si pretendiera atarlas para no caminar. Cuando poco faltó para que la noche de madrugada se convierta en alba, un impulso incontrolable condujo a un acelerado Juan Vela al interior de la cueva, desgraciadamente sus pies dominaron su voluntad. Una vez adentro la encontró de espaldas arodillada y rodeada en una burbuja de luz celestial. La bella Quilla al girarse y responder al llamado de su amado y con lágrimas en los ojos le alcanza a decir:

–          “No cumpliste nuestra promesa”…

Luego del cual su imagen se desvanecería llevándose la luz con ella, dejando en penumbra el interior de la cueva y el corazón del desgraciado amado, quien en vano la esperaría por horas, días, semanas y meses. Juan Vela perdería de este modo la cordura y de la pena de llorar tanto por su amarga suerte, forma con sus lágrimas una pequeña laguna -llamada Atococha- a los pies del Apu Annoccacca. En adelante solo viviría para lamentarse de su suerte y repetir una y otra vez:

–          ¿Porqué no mantuve la sagrada promesa?, ¿porqué?…

Desde entonces la gente identifica a Juan Vela con una piedra con forma humana en la orilla de la pequeña laguna. Se cree que el espíritu de Juan Vela habita desde entonces en la laguna luego de haber llorado por años el desamor y la oportunidad que se escurrió entre sus manos. Los lugareños aseguran que en las noches de luna llena una pareja de seres brillantes ronda la laguna paseándose hasta desparecer en las faldas del Apu tutelar, se dice además entre el murmullos que el romance entre Juan y Quilla continúa aún después del paso de los tiempos.

Fuente: www.takiruna.com

Nota: Se autoriza la difusión del presente cuento siempre y cuando se mencione al autor y la fuente respectiva. 

Licencia Creative Commons
«Las noches eternas de Juan Vela» por Arnaldo Quispe se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-SinDerivadas 3.0 Unported.

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