Por Arnaldo Quispe
Casi tenía mi edad, quizás dos o tres años más que yo, su picardía sumada a su vivacidad lo hacían sentirse joven y con ello todos nos sentíamos como jovencitos jugando o riendo siempre en su presencia. Era el tipo perfecto para nuestro trabajo, el que reunía todas las condiciones, el todo terreno, el archisolidario con los demás colegas, inigualable a la hora de dar una mano a costas inclusive de decir: “yo me quedo” o “yo lo hago”, “tú no te preocupes”. Así era Julio y como quiera que los italianos tienen dificultades para pronunciar la “j” también se le llamaba Giulio que pronunciado al español sería simplemente “yulio”.
El se fue el 3 de mayo de este año, viajó una semana antes a Perú, a su Palpa querido para sus vacaciones sin pensar que sería su último viaje y que las vacaciones serían eternas, allá donde la memoria de las buenas personas perduran en el recuerdo de los tiempos. Era uno -de nosotros- de aquellos peruanos migrantes que se enrumban a trabajar en el exterior a buscar un destino mejor y ahorrar lo suficiente para levantar la casita. Eso hacía precísamente cuando tuvo aquél trágico accidente que le cegó la vida. Nuestro gran Julio iba como copiloto transportando de Ica a Palpa material de construcción para su casa, cuando de pronto una fatal decisión que no se sabe de donde provino, hizo que el conductor cogiera la antigua carretera prohibida para vehículos pesados… el resto es por demás triste y hasta odioso describirlo: el desbarranco, el impacto, el rescate, la ambulancia, la agonía, el hospital y bla, bla, bla… pero finalmente hechos que hoy nos enfrentan a una sola realidad: el compañero no estará más para decirnos “hola compañero”. El compañero no regresará de sus vacaciones y no estará más entre nosotros.
Será por estos sucesos y otros que hasta lo he soñado. Lo he visto llegar al trabajo por la mañana como si nada hubiera cambiado, en una de esas clásicas mañanas en la que uno se prepara para comenzar la jornada, girando en el entorno, como ansioso por entrar a trabajar. En mi sueño me he mirado con mis colegas de trabajo y con el gesto y hasta con las palabras nos preguntamos “¿qué ha pasado?, ¿acaso nadie le ha dicho que ya está muerto?”. Es duro el mensaje de este sueño y suponer que su alma todavía tenga que encontrar una explicación a lo sucedido, para luego asegurar el camino de luz que lo conducirá a la paz eterna.
Para alguien que te trata de compañero debe haber un motivo importante de sentirse solidario y parte indispensable de un equipo de trabajo. Todos los colegas coinciden en que la palabra “compañero” describe su perfil humano con inmensa honestidad. Aunque yo por mi parte le llamaba de “camarada” debido a que en el trabajo me inspiraba pensar en un socialismo de tipo igualitario. Eso sí debo revelar los cientos y cientos de buenos momentos, risas y bromas de los cuales fuimos víctimas. El trabajo de este modo de un gran estrés era así mucho más llevadero y con buen humor podíamos sortear hasta los turnos más pesados. Nosotros los peruanos somos de buena chispa, sabemos adaptarnos perfectamente a todo tipo de circunstancias y hasta los trabajos más encomiables o difíciles se hacen agua con nuestro gran sentido del humor. Hasta en ello me identifico con mi camarada Julio, pues siempre estábamos con una sonrisa dibujada en la cara sin motivo alguno.
Lo conocí desde hace casi dos años, seguramente hay amigos o colegas que describan mejor que yo sus aptitudes o cualidades como persona, pero yo creo que ese tiempo es una muestra de cuán grande puede ser una amistad cuando congenias a la perfección con otro ser humano. No me queda decir otra cosa sino agradecer a mi amigo, mi camarada y compañero por los momentos vividos y la amistad a flor de primavera. El gran «amarrabolas», el pelotero seguramente me estará escuchando en alguna dimensión de esta telaraña que se llama vida y si es así que sepas que los que quedamos sentimos con gran pesar tu partida, pero igual comprenderás que todos y cada uno debemos continuar con nuestras vidas y hacernos a parte el dolor de este duelo para seguir avanzando. Eso sí queda nuestra promesa de recordar los buenos momentos y tal vez hasta soñar las veces que sean necesarias para de ese modo intentar ayudarte a encontrar el camino correcto de la paz universal. Gracias por todo Julio.
Fuente: http://www.takiruna.com
Un homenaje muy lindo al «camarada», al amigo, al compañero. Espero que su familia encuentre paz en medio del dolor profundo tras su pérdida.
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Gracias.
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