EL SALTO DE MI GATO
Por Arnaldo Quispe
La vida andina se desarrollaba en aquella década (los ’80), entre dos fuegos “fuego cruzado digo yo”, era la época del terror, de una parte la revolución armada senderista y por otra el autoritarismo de las propias fuerzas armadas. Basta ver la película de Lombardi “La boca del lobo”, para tener una idea de la magnitud del terror, del no poder vivir en paz, del miedo, la pobreza, la opresión y la incertidumbre. Muchas partes del suelo andino habían sido declaradas tierra de nadie o zonas liberadas, pues era evidente la ausencia del estado y la presencia armada de senderistas. Recuerdo en mis años sanmarquinos (años ’90 y ’91), que se mencionaba comúnmente el término de “equilibrio estratégico”, que era una forma de decir que esas denominadas revoluciones comunistas ya asediaban y acechaban la capital y que era sólo cuestión de tiempo la toma del poder. Diarios atentados, ajusticiamientos, bloqueos de carretera, enfrentamientos armados, caos social y mucho narcotráfico -apoyado por otro movimiento terrorista autodenominado emerretista-. Fueron años en donde caminar por en frente de los bancos o las instituciones públicas causaba cierto temor e inseguridad por la amenaza de alguna bomba de anfo o coche bomba. Fue terrible. Recuerdo en una oportunidad haber sentido la detonación más fuerte de mi vida, pues en Surco vivíamos en frente de un banco y mientras mis hermanos y yo cenábamos el edificio del banco fue objeto de un atentado como a las nueve de la noche. Solo recuerdo ese fuerte sonido que nos dejó sordos por un momento y con una gran confusión, se sentía penetrante el olor a humo de pólvora. Recuerdo a mi gato Venancio que desde el piso había saltado como volando hacia el techo -como en dibujos animados-, fue increible que pudiese saltar casi dos metros y caer espantado como un pequeño saco de papas.
Fuente: http://www.takiruna.com
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