CAMINO A Q’ERO
Por Arnaldo Quispe
Q’ero es probablemente la última ruta sagrada de los Incas. Hasta el día de hoy no es considerado como un destino turístico, pero seguramente no pasarán muchos años en que la industria blanca del turismo ponga sus miras sobre este pacífico territorio.
Probablemente en el futuro la ruta que le dediquen a estas comunidades sea similar a lo que ofrece el turismo organizado en el trekk hacia Ausangate, pero requerirá capacitar a la comunidad local en turismo receptivo, mejorar la infraestructura y mejorar las vías de acceso que se encuentran en ausencia de mantenimiento.
A Q’ero se accede desde la carretera de Cusco a la provincia de Paucartambo, luego del cual por una carretera de trocha afirmada se llega hasta el pueblo de Kallacancha, que hasta hace algunos años atrás era el punto de inicio para las caminatas hacia las comunidades Q’ero. Otra trocha en mal estado permite el acceso al punto más cercano de nuestro objetivo que lo conforma el pueblo de Chuwa Chuwa.
En esta comunidad finaliza la “ayudita” del transporte y comienza nuestro auténtico peregrinaje, de allí hay que caminar hacia los anexos principales de la nación Q’ero. Motivo por el cual a la mañana siguiente muy temprano salimos de Chuwa Chuwa con rumbo al principal localidad de los Q’ero Hatun Q’ero, durante nuestro paso a pie somos testigos de la variedad de los pisos ecológicos del alto Perú, se cambia bruscamente de una altura de puna a una suni y hasta quechua.
El acceso a un territorio desconocido e incógnito cobra los primeros puntos de atención. En Q’ero puede suceder de todo, llover de modo improvisado, pueden caer tormentas eléctricas, allí las nubes salen a nuestro paso, aunque en realidad se trate de neblina densa causado por el contraste del frío montañoso con los aires cálidos provenientes de la región amazónica. En el territorio Q’ero los Apus cobran vida propia y se transforman en animales de montaña -hay llamas y alpacas hasta en puntos inimaginables- en vegetación de altura, por eso dice nuestro guía pampamisayoc Don Lorenzo “A los apus hay que cantarles, saludarles y sonar la flauta para que nos den una linda acogida”.
Cerro tras cerros de mil tonos grises, hasta pardos y ocres, cerros que cada vez parecen más altos e imponentes. Nosotros en suave marcha en un angosto corredor paso a paso, con mochilas en las espaldas sorteando pequeños riachuelos y rocas de todos los tamaños. Todos juntos, todos unidos dejando atrás el cansancio y la pesadez de la puna, purificándonos en cada paso de nuestro mundo occidentalizado.
Un despachito para pedir permiso a la pachamama y purificarnos, muy oportuno. De pronto más vegetación, arbustos de todo tamaño, flores y hasta árboles. Y es que en frente de nosotros y en medio de grandes apus hemos llegado a Hatun Q’ero, hemos llegado enteros con nuestros nueva familia de pampamisayocs y arrieros Q’ero, con nuestros nuevos hermanitos las llamas, mulas y caballos que nos echan una manita con la carga.
Hemos llegado y nos abrazamos, nos confundimos en emociones y gestos de satisfacción. Pero recién comienza el trabajo real, la prueba del caminar en montaña ha sido superada. Ahora viene el trabajo de compactar con los apus y la mesa en los nuevos iniciados. Ahora viene el trabajo de los maestros locales, algunos de los cuales no habla español en absoluto, algunos de los cuales son “puros” sin influencia exterior.
Ahora nos toca compartir. Vamos a convivir con la familia del capo de la comunidad, con sus hijos y nietos. Todo un privilegio que nos toca vivir con gran humildad.
Confieso que años atrás pasaba por mi mente una voz interior… “tienes que ir a Q’ero”, “debes ir a Q’ero”, “allá en Q’ero encontrarás respuestas”, etc. Luego el viaje se dio cuando era el momento tenía que llegar. Ahora llegan las respuestas sin necesidad de preguntar, ahora las respuestas se hacen apus y tradiciones, maestros y experiencias. Ahora es el momento de la verdad. Hemos llegado a un punto lejano solo comparado con el viaje hacia nosotros mismos. Ahora en este silencio puedo gritarme a mí mismo y escucharme para centrarme desde mi interior. Ahora las respuestas de ir a Q’ero de la mano con nuestros pampamisayoc son más que elocuentes, son importantes para poner a prueba nuestra humildad, nuestra cordura, nuestros desapegos, hoy es el momento de la verdadera autenticidad. La vida en la verdadera comunidad se ha dado inicio.
Comenzamos con nuestras plegarias, nuestros despachos de iniciación, con los karpays del pampamisayoc, con el trabajo de las mesas y el encuentro con los apus en persona. Llegan nuestras purificaciones en agua diamantina muy fría, una de las pruebas de iniciación más importantes. Luego le suceden otras meditaciones en soledad entre las montañas sagradas, pruebas y más pruebas. Algunos dicen hasta este momento “con todo lo que hemos pasado… las pruebas cogen sentido propio”.
Don Martín, es nuestro principal sacerdote, es un tipo extraordinario, de ojos transparentes y mirada sabia. El nos indica en lo alto de la montaña los nombres de cada Apu y nos explica su significado. Luego lo vemos tocar la flauta y danzar con unos pasos que perecen estremecer la tierra. Los pasos de sus danza forman una yanantin y desde la derecha hace el llamado masculino y desde la izquierda al femenino para dar armonía. Solo hay que verlo danzar y comprender que no es difícil contagiarse de su peculiar ritmo. Ahora todos danzamos a la madre tierra, con los cantos de Doña Lucía y las llamas que acogen nuestra celebración a la Pachamama.
Ahora solo queda agradecer, solo queda sonreir y compartir con los niños de la comunidad. Y el camino se hizo al andar, una vez más en frente de nuestros ojos se abre la puerta de la tradición y salen los apus a nuestro encuentro y nos dicen “buen trabajo”, “diste este paso y lo lograste”, “regresa y comparte lo que viste”, etc.
Gracias Don Martín, gracias Don Lorenzo, gracias Doña Lucía, gracias a nuestras familias Q’ero, a los niños que nos acompañaron, a los arrieros, a nuestro jovial cocinero, a las familias que nos hospedaron, a las llamitas, mulas y caballos que nos ayudaron, a los perros guardianes, a los apus que salieron a nuestro paso, a nuestro atento chofer, al grupo invitado y a todos quienes hicieron posible este viaje al corazón de la madre tierra andina. Sulpayki.
Fuente: http://www.takiruna.com
Pingback: Camino a Q’ero | ELIZABETH PACHA CUAQUIRA
Fascinante reseña y muy util para un futuro viajero como yo. Solo una pregunta, cuanto tiempo aproximado de caminata montañosa te tomó una vez llegaste a Chuwa Chuwa hasta Hatun Q’ero? Saludos calidos desde Panama!
Munay,
Jacob
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Hola Jacob, las caminatas en realidad no son muy exigentes que digamos, sobre la que preguntas desde Chuwa Chuwa hasta Hatun Q’ero toma unas 6 horas, pero haciendo pausas de descanso y hasta un despacho de permiso con los Apus. Cualquier información adicional al sitio web: http://www.hatunkarpay.org Saludos
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