Autor: Arnaldo Quispe
Cuando Qori junto con sus hermanos salió por primera vez de la guarida, conoció un horizonte serrano muy accidentado dominado por los grandes apus, los cactus, pastos de ichu y el calor abrasador de Tata Inti. Sus hermanos eran como era de esperarse juguetones e inquietos. Qori tenía un aspecto diferente por el color de su pelaje dorado, sin embargo la mamá zorro amaba a todas sus crías sin distinción, lo que lo hacía aún más diferente era su actitud seria y reflexiva, solía preguntarse cosas que normalmente correspondería a un zorro adulto, se cuestionaba la naturaleza de su propósito, de su provenienza, de sus instintos y de todo lo que le rodeaba, era sin duda alguna el “raro” de la familia.
Qori no tardó en darse cuenta que los colibrís, perdices y vizcachas huían apenas avistaban a la familia de zorros. En varias oportunidades había observado lo mismo, que los animales se espantaban apenas de verlos y en cada evento se preguntaba el porqué de ello. Antes pensaba que su mamá traía el alimento de muy lejos, de una tierra en donde había abundancia, en donde el cielo regalaba aves y la tierra animales pequeños, pero al crecer se dio cuenta de la realidad, que sus padres cazaban para proveer a la familia. De una forma extraña le causó cierta repugnancia comer y beber de la sangre de aquellos animalitos a quienes consideraba graciosos y amistosos y se preguntó: – “Porqué las cosas tienen que ser así”. Sus padres consideraban que Qori estaba enfermo, “mal de la cabeza”, por ello temían por su vida, pues si no aprendía rápido acerca de la vida carnívora del zorro, no quedaba otra que abandonarlo a su suerte por inutilidad, a pesar que le dieron tantas oportunidades Qori no asimilaba las lecciones de sus padres y ellos comenzaron a perder la paciencia.
Un día mientras descansaba junto con su familia cerca a un camino serpenteado observó que unos animales extraños de dos patas y vestidos de colores comenzaban arrojarles piedras sin motivos, de ese modo tuvieron que huir de la escena a fin de no ser alcanzados por los proyectiles de estos cazadores. Una vez que la calma había regresado mamá zorro les dijo a sus crías – “esos son los humanos, los más peligrosos animales, nuestros peores enemigos, con ellos solo nos queda huir y ponerse a salvo”. Qori obviamente quería saber más acerca de esos seres tan malvados y por ello muchas preguntas sin aclarar quedaron en su mente.
En una noche de caza, mamá zorro les dijo a sus crías que la acompañasen a capturar gallinas de la aldea de humanos, ella les daría una lección dentro del corral de gallinas, todos ingresaron excepto Qori que se quedó a ver la escena a una relativa distancia. Mamá zorro comenzó a dar muerte a varias gallinas arrancándoles la cabeza y sus cachorros -ya jóvenes- comenzaron a imitarla, era un festín de sangre y muerte, que parecía que la familia de zorros disfrutaba de ello. Al rato con el ladrar de los perros y las voces insultantes de los humanos, los zorros huyeron del lugar dejando a su paso muerte y desolación, ninguna gallina quedaría viva, los zorros solo se llevarían dos gallinas en sus hocicos y dejarían al resto sin vida. Qori que presenció indignado todo lo sucedido, comprendió la razón del odio de los humanos y con el dolor en su corazón prometió nunca más volver junto con su familia, huyó despavorido del lugar, sin rumbo conocido, caminó toda la noche y solo se detuvo a descansar cuando el alba anunciaría la llegada de Tata Inti. Sin fuerzas y muy débil Qori entregó su vida a la pachamama, una vez convertido en piedra ese lugar se llamaría por siempre Atuqpampa («paraje del zorro»). En su viaje de trascendencia –un estado de sueño eterno- fue el primer zorro en llegar a una tierra sin mal, en donde no había muerte y los humanos eran sus amigos, pero sobretodo alcanzaría su deseo de jugar con los colibrís de colores, sin que estos –esta vez- huyeran apenas de verlo. ¿El sacrificio de Qori sería acaso el comienzo en la nueva misión del zorro andino?.
Fuente: www.takiruna.com
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