AL MAESTRO CON CARIÑO
Por Arnaldo Quispe
Esta no iba a ser una sesión común, de hecho tenía la impresión que algo importante ocurriría. Poco antes del inicio, desde el baño de plantas me sentía extraño y hasta desubicado, como queriendo encontrarme y buscando que las cosas encajen. La lucha interna no era por la vida de vigilia, era de otro orden, tenía la impresión de llegar a un punto en donde tendría que tomar decisiones, cruzar o no cruzar. Algo me decía que la sesión que estaba por iniciarse, traería respuestas inminentes al trabajo personal que había comenzado meses atrás. Una vez acomodado en la maloca supe que mis colegas terapeutas buscaban un banquito, que dicho sea de paso era lo único que faltaba para comenzar la ceremonia. Era el banquito especialmente diseñado para Don Solón, nuestro maestro ayahuasquero octogenario, a quién algunas veces se le decía con cariño viejo Solón. De alguna manera alguien había movido su banquito involuntariamente y yo precisamente sabía dónde estaba. Así es que el impase se solucionó, antes que el maestro pudiera llegar puntual a la maloca de ceremonias.
Como antesala la noche anterior descubrí una gran boa como de tres metros, cerca de la maloca, era muy lenta, con anillos geométricos y multicolores. Alguien dijo por allí que era el guardián del lugar, así que la dejamos en paz y al rato ya no estaba más en ese lugar donde la vimos. Los indígenas refieren que los espírirtus del bosque se materializan en los animales del lugar, ellos suelen visitarnos a menudo, pues son portadores de mensajes. Luego se confunden con el follaje de la densa vegetación y pasan inadvertidos, quizás ese era el caso de esa serpiente. Pero hay que reconocer que tenerla cerca daba un poco de escalofríos, sobre todo al inicio. Fue anecdótico observar que el maestro Solón saliera de su bungalow para realizar sus rezos nocturnos, cuando ya la boa había desaparecido. Se especulaba luego entre los presentes que la serpiente era el propio espíritu del maestro que salía cada noche para dar su paseo habitual, antes de irse a dormir. Se sabía que el maestro no cenaba y dormía temprano, solo luego de fumar su tabaco negro y realizar sus plegarias en las cuatro direcciones.
En sesiones de ayahuasca anteriores había tenido visiones cumbres que de una u otra manera, me ayudaron a entender la naturaleza de esta puerta de acceso al mundo espiritual, visiones del poder del chamán, de los espíritus protectores, de tribus lejanas, ancestrales y desconocidas, del paradigma mental, del confronte psíquico, de la naturaleza del yo y del ego. Esta vez tendría una de las experiencias más importantes desde que comencé a beber el sagrado manjar de los dioses. Una vez comenzada la ceremonia mi cuerpo ya preparado debidamente, se conectó con el poder de la planta de manera inmediata y simplemente me perdí, desaparecí psíquicamente y mi ego mental murió. Esta vez no hubo la lucha interna como en otras ocasiones en donde no estaba dispuesto a desprenderme de mi ego, puesto que el miedo me impedía dejar atrás el control racional y avanzar. Solo recuerdo que me dejé llevar de la mano del maestro, sentía que sus icaros me ayudaban a cruzar ese abismo entre las realidades y la noción que el cuerpo es solo un medio de ida-vuelta y canal quedó claramente definida.
En el transcurso del trance desapareció toda orientación, no existía ni tiempo ni espacio, simplemente no hay mayores palabras para explicar esa pausa espiritual vivida. Sin embargo, toda la información recogida dentro de esa dimensión paralela me ayudaría posteriormente a integrar mi propia naturaleza existencial. Yo lo llamo encuentro con la esencia de las cosas, un estado en el que el alma se conecta y encuentra el camino de retorno a la fuente o matrix, un mundo interdimensional de luces, colores y plenitud. Recuerdo ese viaje como uno de los más trascendentes dentro de mi pasaje de iniciación chamánica, lo recuerdo por que se trataba de una sesión con el maestro de maestros Don Solón. Su icaro llegó en el momento justo, cuando tenía que llegar y quedó perennizado en mi corazón, pues hasta ahora lo traigo al presente y lo canto: “Limpiarengue limpiarengue, cuerpituini huaquisitoini, soplarengue cuerpituini huaquisitoini, soplarengue coronita huaquisito cunaya, tucuy mancunata vuelarengue tanaynanana, tananayna… tanaynanana… tananayna… tanaynanana…”.
Mama Rosa, mujer de medicina, muy intuitiva, seguramente había percibido que algunos de los convidados posiblemente la pasaba mal y fue por esa razón, que me llamó para recibir la curación del maestro, motivo por el cual tendría que ingresar dentro del circulo sagrado y ubicar en la oscuridad el camino que me conduciría en frente del maestro. Al principio mi cuerpo estaba muy débil y desorientado y no lograría responder el llamado de la maestra asistente. Ella insistía y me llamaba “Arnaldo acércate, Arnaldo ¿puedes venir?, Arnaldo ven para acá…”, yo comenzaba a identificar esa voz familiar y gateando trataba de encontrar de donde provenía. De la mano acogedora de esa mujer de medicina logré finalmente ubicarme en frente del maestro. Pero aún estaba lejos de su alcance, a pesar que lo veía gigante y fuerte como en visiones anteriores, esta vez fue el propio viejo Solón el que terminaría por acercarse y comenzar su ritual de sanación. Era el momento apropiado, me cantó un icaro que jamás podré olvidar, cantó y cantó por mucho tiempo, pues para los grandes maestros el tiempo no existe. Con los masajes y golpecitos de su shacapa de ruda, recobraría de a poco la orientación en el mundo de la realidad ordinaria. Las sopladas del mapacho negro y el agua florida sellaron el trabajo de curación. Cuando recobré el conocimiento me dí con la sorpresa que me encontraba casi en el medio del círculo sagrado y que la sesión prácticamente había sido dedicada a mí. No llamaron a nadie más. Yo estaba muy feliz, en un estado de paz y armonía interior, luego de haber retornado de ese viaje al mundo de los espíritus.
Las lecciones con Solón se daban solo de manera experiencial, el viejo no era de hablar ni dar mayores explicaciones y había que respetar su avanzada edad. Los aprendices entendían que el viejo Solón enseñaba con su ejemplo y con su arte de convidar las plantas, sobre todo cuando se trataba de la ayahuasca. Pues su poder se basaba en su convenio con la planta sagrada, a la cual reverenciaba y brindaba sus mayores respetos. Cuando lo conocí, el viejo siempre estaba acompañado de sus mapachos, entendía muy bien el lenguaje de las bromas y los chistes, de hecho le encantaba estar alegre y compartir muy entusiasta las noticias del momento. Tenía siempre el alma de un jovencito, muy vivaz y risueño cuando se trataba de bromear con los lugareños y sobretodo las mujeres del entorno, a las cuales respetaba con mucha elegancia. Era un caballero, muy gentil en su manera de ser y dirigirse hacia los demás, a pesar que la visión le comenzaba a fallar siempre se le encontraría con algún diario que acababa de leer.
“Danza y danzay delante ticuynayni, legitimo cura kuymi legitimo cura kaymi kuymi, tra nay na nay na nay na na, naray na na na nay na na na nay na na na…”, es un fragmento de uno de sus icaros. Recuerdo cinco de ellos, que particularmente canto algunas veces, para familiarizarme y traer su energía a las sesiones. Sus icaros cargan y le dan vitalidad a las ceremonias. De la memoria colectiva de sus célebres sesiones, algunos aprendices integran sus icaros como propios, quedando sellados en la memoria individual. Por lo menos ese es mi caso. Sus icaros tienen un lenguaje muy especial, generalmente ayudan al cuerpo a encontrar el alma, pero sobre todo son eminentemente afectivos, pues ingresan interiormente en la parte emocional, reconstruyendo e integrando episodios y eventos inconclusos, ayudando a encontrar el propio sentido de las cosas, que luego sirve como punto de partida para clarificar la propia misión personal. Las experiencias con Don Solón tuvieron su momento, en un período muy singular en el que me iniciaba en la medicina tradicional amazónica. Sus enseñanzas y convivencia permitieron cimentar el camino que estaba emprendiendo. Camino que comprendería posteriormente muchos años más de aprendizaje y esfuerzo.
Fuente: http://www.takiruna.com
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