EN EL MES DE PACHAMAMA…
Por Arnaldo Quispe
Si se trata de establecer un día preciso durante el año para la realización de homenajes a la madre tierra, en el mundo andino por lo menos esto recae el primero de agosto, pero esto sería solo el inicio puesto que en realidad se considera que todo el mes de agosto estaría dedicado a celebrar la presencia de la Pacha en nosotros.
Cabe agregar que la búsqueda de una fecha dentro de las efemérides es siempre un asunto absurdo y hasta banal, en principio porque se trata de dedicar un momento a algo que tendría que tener prioridad y a lo que deberíamos tener comunión durante el año. Esto de «deberíamos», «tendríamos» o «podríamos» son conjugaciones de verbo que no suelo utilizar en mis escritos, pero será una excepción para dar sentido a este post e intentar humanizar este sentido de «neo» espiritualidad que llevamos dentro con respecto a Pachamama o Mamapacha.
La fecha solo tiene un sentido esencial, se trata de un espacio-tiempo para darse cuenta del verdadero ciclo vital en el que nos encontramos. Su significado va más allá de rendir homenaje a algo a lo cual tendríamos que respetar en todo momento. Hoy se debe hablar de contaminación, de barbarie humana demostrada en guerras y armamentismo, drogas dañinas, fanatismo religioso, crecimiento demográfico, consumismo, epidemias, etc. Todo aquello que viene al ápice del pensamiento «colonialista» que tuvo origen siglos atrás. Este tipo de paradigma «colonial» que parece ir de la mano con el desarrollo humano hoy está reconocido como la raíz histórica de los males que aquejan hoy al entero planeta.
El pensamiento colonial es ante todo una imposición, un eje creado para dominar-someter, para subyugar a las masas, para crear ricos y pobres, para vivir del esfuerzo ajeno, para crear capitalismos, poder y estilos de vida superfluos y basados en el ultra-consumismo. En este modelo los valores humanos quedan relegados a un segundo plano y vienen reemplazados con hipocresía de poder, medios, democracia, impuestos, religión y muchas otras formas de control de las masas.
Hoy nos toca vivir un panorama que parece desolador, caracterizado de epidemias y guerra. Como parte de una experiencia humana causada por seres humanos hacia otros seres humanos. Incontrolable, desmedido, desproporcionado en el sentido que el ser humano es incapaz de controlar su impulso homicida por ejemplo. Y esto lo vemos no solo en la guerra del Ucrania sino también en una modesta escuela Norteamericana. Esto viene generando «estrés histórico» propio de la raza humana, sobrecargando las tensiones por todo lo que se vive, acumulando pesantez de siglos de historia, una nueva clasificación dentro de la gama de estrés que viaja oculta dentro de nuestra esencia humana.
Recordar que hay que festejar a Pachamama parece tan absurdo como pretender el camino de la rectitud con solo frecuentar una iglesia los fines de semana. Pero en fin algo se debe hacer, por alguna parte se debe comenzar. Y en ese sentido, emerge de alguna manera reconocer esta fecha como sagrada, como parte de un nuevo inicio, que no corresponde con el año nuevo andino fijado durante el 21/23 de junio. Este es el mes en el que descansa la tierra luego de la cosecha. Este mes está dedicado dentro de la memoria arquetípica como para darle tregua, darle de comer y beber. Puesto que nosotros dentro del imaginario colectivo estamos hechos a imagen y semejanza de la «Pachamama». De este modo ella «la tierra» también come, bebe y baila como si fuéramos nosotros mismos.
En esencia el punto central es este, se vive un momento crucial muy sutil en que uno reconoce que no somos tan diferentes de la Pacha, que somos hasta sus hijos y que este reconocimiento puede hasta ser suficiente para encontrar sentido de paz en nuestras acciones. Acercarte a la madre tierra, a la Pacha siempre es un recurso al que los seres humanos solemos recurrir espontáneamente cuando otros escenarios humanos no ayudan. En su sentido no figurado, acudir en concreto a un lago, montaña o bosque ayuda tanto como si uno recibiera un momento de cura de masaje o psicoterapia.
Hoy el sentido de reconocer a Pachamama, es reconocer que aún cuando hay calamidad y desastre «afuera», ello es reflejo de lo que llevamos «adentro». Aún respiramos y no hemos renunciado en la esperanza de una nueva humanidad más justa y menos distante. Somos diferentes pero esto no debe crear mayores distancias que las razonables y en ello radica el verdadero sentido de compasión humana. Hoy estamos aquí para recordar que somos Pacha, somos tierra, somos agua, fuego y aire, y que Pachamama es más bien nuestra madre o abuela en el sentido arquetípico de la palabra, solemos acudir a ella cuando todo lo demás no funciona, nos recordamos de ella cuando no hay nada más por hacer y los otros recursos parecen haberse agotado.
Hoy los esfuerzos por recuperar este sentido de madre tierra parecen estar dedicados al turismo de masas «sin humo» y la nueva industria del bienestar. Pero como ya hemos dicho, por algo se comienza y en algo hay que ponerse a trabajar más allá del «estrés histórico», propio de nuestra raza humana.
Hoy es tiempo de replantear el concepto de Pachamama en nosotros y dedicar un tiempo para este propósito. Este es nuestro objetivo. Digo nuestro porque de alguna manera vengo trabajando desde hace 30 años con una gran familia de personas que se alinean con el mismo objetivo. Dejando atrás los momentos en que fuéramos criticados de «pachamameros» hoy estamos más convencidos del precepto de reencontrar a la Pacha dentro de nosotros y verla igualmente afuera en el contexto exterior. Ello supone que en primer lugar, se deba comenzar por uno mismo y que todo cambio interior repercutirá en nuestro modo de ver el mundo. De este modo, podríamos ver a Pachamama como la vida misma que tenemos dentro. Todo respira, todo pulsa y todo fluye.
Fuente: http://www.takiruna.com
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