JUAN VELA Y LOS DOCE PUMAS
Autor: Arnaldo Quispe
Los seres épicos o legendarios no siempre fueron valientes o populares desde el inicio de sus vidas. Juan Vela por ejemplo era un joven pastor andino, el último de sus nueve hermanos y el más consentido de sus viejos padres. Por los excesos de estos últimos, llevó hasta su juventud una vida irresponsable y sin mayores preocupaciones. Sus hermanos se lamentaban y envidiaban que Juan nunca trabajaba y solo servía para comer -pues tenía un apetito voraz- y dormir, que era lo que mejor hacía durante el día. Lo curioso era que a pesar de llevar una vida fácil y bohemia, Vela se mantenía siempre en estupenda forma física y más de una muchacha apreciaba sus cualidades amatorias.
Durante los preparativos para la fiesta patronal del pueblo, los hermanos de Juan planificaron darle el encargo familiar de recolectar leña con una recua de burros a su disposición. Ellos suponían que Juan era tan tonto, que los animales se dispersarían en la montaña, manteniendo a Juan alejado los días que dure la fiesta. La leña a base de retama serviría para la fogata entorno al cual los habitantes festejarían durante la noche, con danzas y cantos las fiestas costumbristas. La intención de los hermanos era de demostrar ante el pueblo en general, que Juan era inútil aún para faenas tan simples.
El día fijado para la faena previo a la fiesta central, Juan fue el último en partir al comando de sus doce burros, su demora se debió a que esa mañana desayunó hasta llenar su panza e incluso tomó una siesta. Durante su sueño un colibrí le dijo que fuera responsable en todos los actos de su vida y que debía comenzar ejecutando la tarea designada para el bien de la comunidad. Su singular sueño fue interrumpido por sus incondicionales padres, quienes lo despertaron casi al mediodía para almorzar, confiados en que a cambio de la comida Juan desistiría de ir a la faena popular de recolección de retama. Los otros jovenes del pueblo -como es obvio- ya habían partido, porque era común que la búsqueda de leña de retama iniciara muy de madrugada.
Juan Vela armado de un gran impulso cogió sus burros y partió raudo en camino al punto de recolección de retama, queriendo cortar camino cruzó un prado florido y seducido por el olor de las flores, buscó un punto de reparo donde -según él- tomar una breve siesta, quedando profundamente dormido en lo alto de una rama de un árbol de eucalipto, sin preocuparse por asegurar a sus burros que quedaron libres a merced de los peligros de la vida silvestre. Esa misma mañana sus burros fueron devorados por los pumas que acechaban por los alrededores del Apu. Cuando Juan Vela despertó no encontró ninguno con vida, muy afligido y avergonzado regresó al pueblo con las manos vacías la primera jornada de la fiesta.
Esa tarde el pueblo reunido celebró la llegada de la leña a cargo de los jovenes elegidos, que entraron triunfantes con sus burros y llamas colmados de retama. El último en llegar fue el asustado Juan Vela, quién justificó que sus burros habían desaparecido, todos los presentes se echaron a reir y el joven Juan sería objeto de todo tipo de insultos, incluso por parte de sus propios hermanos. Juan Vela humillado huyó de la fiesta con dirección al sendero que conduce al Apu y con deseos de demostrar que todos estaban equivocados. Muy cansado de tanto caminar y llorar su amarga suerte quedó rendido al pie de un imponente árbol de eucalipto. En su sueño viajó convertido en colibrí al valle sagrado de los Incas, donde tenía la misión de encontrar una flores de orquídeas de siete colores, únicas en su género, con el néctar de estas flores Juan Vela adquiriría una superfuerza, la misma que le permitiría rescatar su honor perdido.
Cuando Juan Vela despertó de su sueño sintió muchos deseos de trabajar y ayudar a su pueblo. Esa tarde gracias a su milagrosa fuerza consiguió dominar a los pumas de los Apus del entorno, y para liberarlos les puso como condición cargar la leña de retama en la jornada central de la fiesta patronal. Esa tarde fue solemne, los pobladores quedaron atónitos observando como Juan Vela entró triunfante con doce pumas -en lugar de sus desaparecidos burros- con la leña de retama para quemar esa noche. Juan Vela desde entonces fue muy bien estimado por el pueblo gracias a su astucia y capacidad de lograr grandes cometidos.
Fuente: www.takiruna.com
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