Solo observa la natura

SOLO OBSERVA LA NATURA

Por Arnaldo Quispe

Escuchaba decir a los enfermeros de turno (en son de broma) “ya se instaló como en su casa y no ya quiere irse…”. Y otro comentario “pasa el 90% de su tiempo en la cama y solo se levanta para comer e ir al baño…”.

Cuando la vi por primer vez ciertamente Lucía estaba en su cama, adolorida y con mucho nerviosismo. Lo suyo según los médicos era un cuadro severo de ansiedad y como era obvio ya estaba bombardeada de psicofármacos, los cuales a mi modo de ver ella aceptaba casi como única y drástica solución para aliviar sus problemas.

Cuando le pregunté que cómo estaba, con lágrimas en los ojos me respondió “ya no puedo más”, “me duele el cuerpo”. Luego me explicó de su dolor agudo e insistente en la parte inferior del abdomen y las partes laterales del tórax. Ella de paso me contó que con todos los chequeos y pruebas los médicos no le habían encontrado nada de físico, por lo que fue derivada a psiquiatría no solo por la ansiedad sino por el dolor de aparente origen psicosomático.

La primera vez hablamos por unos 30 minutos y pude comprender más de su situación que de su propia historia clínica. Ella me contó que cargaba con este problema desde hace unos 10 años y nunca como en este momento las crisis habían sido tan severas. Esto de sentir un dolor donde no hay dolor lleva a pensar a no menos de un psiquiatra de un problema mental mayor y no un simple cuadro de ansiedad generalizado. En cualquier caso, como profesional no me iba a quedar de brazos cruzados y el tiempo que durase su hospitalización decidí por entrar a trabajar con pequeñas herramientas que científicamente -inclusive- promueven bienestar. Aproveché para introducir prácticas de respiración, relajación y hasta mindfulness, luego de lo cual aunque si ella continuaba con los psicofármacos, pero pude observar un cambio en su actitud, ella ya comenzaba a caminar y desplazarse por los pasillos del hospital, ya intentaba conversar más con otros pacientes y ya insinuaba a coger interés por algún libro de autoayuda.

Cuando comencé con Lucía el punto de partida fue la confanza, esto es una relación entre dos personas donde la empatía juega un rol fundamental. De este modo, como normalmente llamo hay que introducir pequeñas señales y enviar mensajes de motivación. Un día ya hablábamos acerca de la madre naturaleza y como ella nos enseña con sus ejemplos, por cuanto todo funciona como en círculos, Solo basta observar a la naturaleza, observar sus ejemplos, ella nos entrega la luz del amanecer y la oscuridad de la noche. Esto es infalible. Ella nos regala las estaciones y los ciclos del agua. Así mismo, un claro ejemplo de como funciona la naturaleza en nuestros cuerpo es observar el flujo de la respiración, el aire que viene y el aire que se va. Este discurso parecía coger el interés necesario de parte de Lucía que no faltaría a ningún encuertro posterior. Luego practicamos respiraciones profundas y otros días algunas pautas de mindfulness. Era evidente el cambio de actitud, mayor energía, una actitud más positiva, un sentirse mejor por sí misma, los miedos quedaban poco a poco como parte del pasado.

El trabajo psicoeducativo parecía tener otro reto adicional, puesto que el protocolo de farmacoterapia médica le había ocasionado una dependencia química del cual ella apenas era consciente. Para Lucía los fármacos serían como parte de un ritual jornalero, uno más como el comer, asearse, ir al baño o beber un café. Es en este punto que el trabajo tuco que detenerse. Ya no podríamos hacer más si es que la persona no tiene una consciencia o idea de querer pedir ayuda en este sentido.

Me quedo con un gran recuerdo de cuando introduje la frase “Solo observa la natura, ella es sabia y sabe lo que hace. En ella podemos confiar, ella nos regala sin falta el nuevo amanecer y nos regala el Sol para calentar nuestro corazón”. Estas palabras al parecer influyeron positivamente en el proceso de recuperación de Lucía. Por lo menos en parte.

Fuente: http://www.takiruna.com

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