HACIA EL NUEVO SOLSTICIO
Por Arnaldo Quispe
Hay cosas que van quedando claras con la llegada del nuevo solsticio, una de ellas es el escenario de encuentro entre entusiastas ceremonias de encuentro del águila y el condor, que representan en gran escala los hemisferios norte y sur de nuestro hogar, la tierra. En el norte se celebra el solsticio de invierno y esta temporada de frío contrasta con la llegada del solsticio de verano en el hemisferio sur.
Este encuentro va marcado con la toma de consciencia en cuanto a la celebración de numerosas ceremonias que rinden homenaje a este hito en el calendario solar. Este astro rey se aleja de una parte y a la vez se aproxima en su máximo cenit de la otra parte del mundo. Es un acto de reciprocidad, de equilibrio y balance con lo cual se cumplen los ciclos de las estaciones naturales.
El significado espiritual de cada proceso no se deja esperar y en la cultura andina por ejemplo se celebra el solsticio de verano dándole la bienvenida al nuevo Sol con su máxima expresión debido a que este se alejó en el solsticio de invierno en el mes de junio. Esto es simbólico ya que el Sol siempre se encuentra en su lugar, pero hay que resaltar las fechas solares que los Incas celebraban con gran precisión astronómica en determinados momentos del año.
Aunque se discute sobre la denominación exacta de esta celebración, hoy se le conoce con el nombre de Qhapaq Inti Raymi, que traducido del quechua supone «gran, esplendoroso o radiante fiesta del Sol». La fecha es propicia para dedicar un momento de recogimiento a este calendario agrícola andina para atender el inicio o continuación en el florecimiento y la llegada de las primeras cosechas en diferentes regiones andinas.
Un punto de contraste en las regiones andinas supone que mientras se celebra el solsticio de verano y se espera la llegada del Sol abrumador, en gran parte de la región altoandina supone el inicio de frondosas lluvias, pero que sin embargo no aminoran en mucho las temperaturas estacionales. Esto viene a ser interpretado como una manera de recibir las aguas del mundo superior que van a regar y purificar los sembríos y hasta las primeras cosechas. La llegada de las aguas luego permite celebrar los carnavales con fiestas y rituales tradicionales como una manera de ponerse en sintonía con la abundancia que la madre tierra concede a sus hijos.
Para celebrar esta fecha en muchos casos solo basta con realizar un sencillo y acogedor despacho o haywariska, cuyo significado redunda sobre la metáfora de agradecimiento y conexión con las bondades del Tata Inti, el Sol. Esto supone la quema del despacho al final de la ofrenda a fin que las llamar levanten el humo (elemento aire) y que el mensaje llegue a los cuatro vientos. Otra manera de celebrar sería el acto de promover reuniones de grupo o meditaciones a favor de esta nueva apertura solar. De hecho el acto mismo de movilizarse y celebrar un ritual al Sol ya conlleva significados y pasajes propios que van a confortar y afirmar al oferente hacia planos de mayor sintonía y vibración con la madre tierra cósmica.
Fuente: http://www.takiruna.com
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