HISTORIA DE UN COLIBRÍ
Por Arnaldo Quispe
Pocas cosas son capaces de conmover el espíritu humano luego que caes en un estado de letargo llamado rutina. De hecho uno mismo construye su vida cotidiana a fuerza de ir adaptándose casi de manera «perfecta» en cada episodio o experiencia aún cuando esta parezca diferente o cambiante. La pena de vivir supuestamente «feliz» es a veces contraproducente y conduce a aceptar que el espíritu muere cuando hay abundancia de superficialidad, trivialidad y obviamente rutina. Será por ello que cada vez son más raros aquellos episodios a los cuales se les asigna el nombre de «momentos de felicidad», instantes de luz -seguramente- por decirlo de alguna manera. No voy a filosofar más sobre este aspecto con el cual he luchado toda una vida – hablo de la rutina ojo-, hasta considero que no soy el mejor ejemplo para inspirar a nadie sobre el particular, será por ello que prefiero narrar hechos simples y compartirlos de manera improvisada o cuando creo oportuno hacerlo, como en este caso que voy a referir a la historia de un nuevo colibrí.
La historia trata de una pintura en acuarela la cual vemos en la parte superior de este post. Se trata de un tesoro que valoro con mucho amor, algo de lo cual doy testimonio que viene conferido del mismo espíritu de colibrí -bueno, por lo menos es mi versión-. Pocas veces me conmuevo y cuando lo hago hasta soy susceptible a los nudos en la garganta o al llanto invisible inclusive. En este caso cuando la pintura llegó a mis manos pude comprobar una vez más que las casualidades no existen y que si te encuentras en un estado de apertura especial vas a ir captando las propias señales del universo que se presentan de muchas maneras, siendo las comunicaciones sutiles aquellas que realmente llegan con inusitada fuerza alimentándote el espíritu desde algún ángulo interior. Estoy convencido que la señal sutil llegó fuerte y se materializó en este caso en una pintura sencilla pero infinitamente conmovedora y hasta sabia. Me sentí detenido en el tiempo, como si el colibrí me dijera:
-Arnaldo, te invito a volar y dejar el plano superficial del mundo, lo necesitas esta vez para que puedas ser más auténtico y fuerte para lo que te toca por vivir. Yo acepté obviamente con gusto y en el acto.
El tiempo parecía haberse detenido y todo a mi alrededor giraba lentamente, pero en mi sol naciente me daba cuenta que podía disponer de «mucho tiempo» para ver, pensar y hacer lo que quería, me daba cuenta del contexto, tenía tiempo para todo y todo ocurría en una fracción de segundo. Era fantástico. la llegada de este nuevo colibrí me empujó a un terreno de lealtad absoluta, luego de lo cual percibí que el camino no iba a ser nada fácil, de hecho tendría que sortear las mil y una dificultades que iban a presentarse. Pero ese combustible del néctar de colibrí me duraría para todo el camino. Me sentí pleno con mi nuevo colibrí, la emoción me embargaba y nada iba a impedir que diera mis pasos en adelante con este nuevo impulso de estar sabiamente bendecido por mi animal de poder preferido.
Este hecho curioso me sucedió en mi última visita a México, cuando realizaba una de las giras y presentaciones del libro «El colibrí de Oro», un libro de cuentos que reúnen una narrativa de autoayuda e índole espiritual. Cuando había terminado la conferencia del libro y había una larga cola de personas que esperaban que les firmase el libro, tuve en frente mío una persona que me refirió:
-«Este colibrí lo pintó mi hijo para usted y ahora se lo entrego».
Este es el hecho concreto. Luego de lo cual me paré y agradecí el gesto infinitamente. La señal o mensaje por como lo interpreto se ha canalizado de esta manera y «Diego» – le he cambiado el nombre- el niño que pintó al colibrí me dijo a través de la pintura:
-«Vuela amigo, vuela y no te detengas. No te pares por mucho tiempo en una misma rama, prueba todas las flores, extrae el sabio néctar de la vida y compártelo con la humanidad. Vuela que tu objetivo será enseñar este mi secreto de fluir y disfrutar de la vida en su máxima expresión. Este será mi encargo hacia ti».
Esta es la historia de mi nuevo colibrí, una imagen espiritual, delicada y fuerte a la vez, un mensaje sutil hecho a la medida de mi vida, algo que me entra a lo profundo de mi ser nutriendo cada dimensión interna. Es también un mensaje de mucha responsabilidad, de saber que en la transmisión de este conocimiento se encuentra la llave del equilibrio y entendimiento, curiosamente me hace pensar que la vida no es perfecta y es a la vez perfecta, es ambas cosas y sobre todo va en la dirección de nuestras intenciones y hasta de nuestras vibraciones más ocultas.
-La vida es como es y solo tienes que aceptarla. Es lo que me digo a mi mismo y es lo que le digo a la gente. Pero por lo mismo… insisto que no se trata de aceptar por aceptar y abandonarse en esta idea, no se trata de conformarse. Agrego siempre que la vida, es decir «nuestra vida» misma hay que enriquecerla en cada aspecto o dimensión. Conviene descubrir al mismo tiempo que somos capaces de conmovernos y sensibilizarnos cuantas veces lo queramos, esto nos permite mantener el contacto con nuestra humanidad en esencia y ser de capaces de alumbrar nuestro propio cuerpo y espíritu con su propia luz interior.
Fuente: http://www.takiruna.com
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